¿Por qué hay pueblos en Andalucía que se apellidan “de la Frontera”?

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Vista de la Iglesia del Divino Salvador desde una calle del centro de Vejer de la Frontera (Cádiz)
Juan José Berhó / Pixabay

En Andalucía abundan los topónimos con el apellido «de la Frontera»: nombres que hoy nos parecen cotidianos pero que nacieron en uno de los periodos más intensos de la historia peninsular. Detrás de esa coletilla hay una pista clara de su pasado: eran pueblos de límite, asentados en la línea que separaba los territorios castellanos de los dominios del reino nazarí de Granada durante los siglos finales de la Reconquista.

Un apellido que nació en la Reconquista

Tras las conquistas castellanas en el sur entre los siglos XIII y XV, el mapa andaluz quedó surcado por una franja de vigilancia y fortificaciones conocida, de manera amplia, como la Banda Morisca. En ese borde, donde el control cambiaba y las incursiones eran frecuentes, surgieron y se consolidaron núcleos urbanos que actuaban como baluartes defensivos y centros de repoblación. Para marcarlos en documentos, crónicas y mapas, se empezó a emplear la etiqueta «de la Frontera», que identificaba inequívocamente su condición de puestos avanzados.

De marca militar a identidad local

Con la toma de Granada en 1492 la frontera desapareció, pero el apellido permaneció. Lejos de ser un anacronismo, el «de la Frontera» se convirtió en una seña de identidad que recuerda el papel estratégico de esas villas y ciudades. Hoy funciona como una huella histórica: quien lo lee entiende que aquel lugar fue, en su día, parte de la línea caliente entre dos mundos.

Pueblos que conservan «de la Frontera»

La mayor concentración está en la actual provincia de Cádiz, con presencia también en Málaga y Sevilla. Algunos de los municipios más conocidos son:

  • Jerez de la Frontera (Cádiz)
  • Arcos de la Frontera (Cádiz)
  • Vejer de la Frontera (Cádiz)
  • Chiclana de la Frontera (Cádiz)
  • Conil de la Frontera (Cádiz)
  • Jimena de la Frontera (Cádiz)
  • Castellar de la Frontera (Cádiz)
  • Cortes de la Frontera (Málaga)
  • Morón de la Frontera (Sevilla)

En todos ellos, el apellido conserva la memoria de su posición limítrofe frente al reino nazarí y de su función como plazas fuertes, atalayas y puntos de paso.

Un nombre que cuenta mucho en pocas palabras

Más que una simple coletilla, «de la Frontera» es un resumen histórico condensado en el nombre. Habla de murallas y alcázares, de rutas comerciales vigiladas, de repobladores que llegaron con fueros y privilegios, y de una cultura mestiza forjada entre contactos, intercambios y tensiones. Por eso, aunque la frontera física desapareció hace siglos, el topónimo sigue vivo: porque explica de un vistazo quiénes fuimos y por qué estos lugares importaron tanto.

Los pueblos «de la Frontera» son un mapa en clave del pasado andaluz. Su nombre nació de una necesidad práctica —distinguir los límites de Castilla frente a Granada— y hoy es patrimonio cultural.

La próxima vez que lo veas en una señal de carretera, recuerda que no es un adorno: es la huella de una frontera histórica que marcó el territorio y todavía da carácter a sus gentes.

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